jueves, diciembre 17, 2009

Anders nog iets?

Entre las cosas que me quedaron de mis primeras clases de holandés, casi 2 años atrás, estaban el cómo desenvolverse en una tienda o puesto de mercado. El "Wie is aan de buurt?" (algo así cómo "a quién le toca?" o "y ahora quién viene?") y el "Anders nog iets? ("alguna cosa más?") son preguntas básicas en esa interacción cliente-dependiente. Lo que yo en ese momento no podía imaginar era que me iba a tocar poner en práctica aquella conversa más de lo previsto, al tocarme estar del otro lado del mostrador.

La oportunidad de esta nueva chamba coincidió con mi decisión previa de dejar definitivamente lo de repartidor de correo basura, como ya comenté. El negocio corresponde a Abdul (o Abdoel, aún no sé cómo se escribe), del cual también ya hablé (léase motores II). El susodicho, dejó su trabajo de vendedor de pescado para dedicarse a su pasión, los autos. Pero, de golpe, se encontró con la oferta de un jefe anterior: Que se hiciera cargo de sus dos puestos de venta de frutas y verduras, uno en un mercado bajo techo en Utrecht y otro en una calle comercial de La Haya. Inicialmente se hizo cargo de ambos con la ayuda de la familia (son 4 hermanos). A las pocas semanas de exitoso comienzo, decidió contratar ayuda, y ahí caí yo.

Al principio la cosa no pintaba mal. Le encontré su gracia a esto de la interacción con el cliente, al mismo tiempo que me familiarizaba con las especificaciones de los productos ofrecidos: Lechugas de Almería, Mandarinas de Marruecos, Piñas de Costa Rica, Manzanas Fuji de China (que no so las mismas que las Fuji que todos conocemos, eh?) entre otras gracias. Y, claro, se agradece la consecuenta práctica diaria de la lengua local, que ha llegado a tal punto, que me cuesta cambiar a inglés cada vez que me toca un cliente no holandés. De 1 día de trabajo duro a la semana (9 horas de corrido, de pie, casi sin pausa para comer y constantemente haciendo alguna cosa) rápidamente me extendieron a 3, con lo cual ya podría hacer un nada despreciable sueldillo. Pero la perspectiva se deshizo tan rápido como se formó.

Al parecer el negocio no va bien, a pesar de la dedicación que le mete el jefe (arranca cada día entre las 4 o 5 AM y no para hasta las 8 o 9 PM, incluidos domingos). La clientela ha bajado. Así que me han reducido a los sábados, reducción que además ha derivado también en reasignación de tareas: Cortador de piñas. Qué tan malo puede ser? Cortar unas cuantas puede ser hasta divertido, pero luego de mi última sesión de 140, hace rato que dejó de parecérmelo. A los que no lo conocen, el cortador es un aparato cilíndrico, que remueve rápidamente la piel de la piña, mediante una palanca, para que el consumidor haragán no haga más que abrir la bolsita eventual y metérsela a la boca. En el proceso se pierde buena parte de la pulpa, así que cuando empecé con la gracia trataba de darle curso a los restos, algo que ya dejé de hacer porque, encima de todo, parece que he desarrollado una especie de alergia a la mencionada fruta. Es que hay que ser piña.

miércoles, noviembre 18, 2009

Contracorriente

Hoy finalmente se le cayó la última hoja verde (o más bien amarillenta) que le quedaba al generoso árbol de enfrente de nuestro balcón. El otoño, se entiende. Hacia el medio día decidí ir a la granja de la zona a comprar queso, descartando la comodidad de hacerlo en auto. Así que, montado en la bici, me dediqué a rodear el lago vecino y enfrentar al amenazante viento, que me impedía avanzar en línea recta, empujándome constantemente a salirme de la vía. Pero sobreviví al efecto cometa y volví de la aventura sano y salvo, por más que a la vuelta me equivoqué de ruta y acabé en otro pueblo.

El fuerte viento (además de las lluvias, o la combinación de los mismos) es asunto frecuente en estas latitudes, como ya se sabe. Tal vez por eso a un señor de por aquí se le ocurrió hace casi una década la invención de una turbina generadora de electricidad de uso "doméstico" (ver video), aparato que ha ido evolucionando con el tiempo, y ha empezado a verse incluso fuera de los Países Bajos. Justamente a través de la empresa española que promueve, difunde e instala el Turby (que así se llama), me salió un primer cachuelo como intérprete entre los peninsulares y el inventor (inglés-español, que mi holandés ha mejorado - con decirles que en nuestra reciente corta estancia en Barcelona se me salían los "bedankt" y "alstublieft" ya de manera inconsciente - pero tampoco tanto), que ahora ha derivado en uno segundo de traductor de textos, y que, además, me empujó a dejar de una vez por toda esto de ser repartidor de correo basura (porque cartero no era), y que, por último, coincidiera en tiempos con mis primeros pininos como vendedor de fruta. Labor que ya me ocupara un respectivo post. Por lo pronto, a seguir lidiando con el vendaval.

lunes, octubre 12, 2009

Fox in the sand


Cuando andábamos aún en pleno verano, aprevechando una supuesta oferta de 3 noches gratuitas en un hotel de nuestra elección (digo supuesta porque sólo se podía elegir entre una lista reducida de hoteles y lo que no se pagaba por alojamiento te lo clavaban en las comidas, que uno está obligado a consumir en el hotel, y al final el gasto era casi el mismo), decidimos hacer un corto viaje hacia una de las islas situadas al norte del país, Vlieland. Simpático lugar, rodeado de dunas y pastizales, en donde uno solo se puede movilizar en bici (uno, es decir, el turista, los lugareños están bastante motorizados). Y la pasamos bien, a nuestra manera, a pesar de un clima poco amable (verano "a la holandesa", se entiende).

Estando allí, una de las curiosidades que nos llamó la atención fue un problema que había llevado a las cámaras de la televisión nacional a reportar in situ. Desde hacía un par de meses se había detectado un grupo reducido de zorros (según investigaciones, una pareja y sus 2 crías) que se habían dado maña para atragantarse de aves marinas (gaviotas, cormoranes y garzas, en buena parte), en especial de sus respectivos huevos, habiendo reducido la población de los mismos en un alarmante 80%, según datos oficiales. Y claro, la pregunta que rodeaba todo esto era el saber cómo llegaron los zorros ahí, porque no es una especie natural de la isla, siendo poco probable además que los animales hayan llegado nadando. Así que la única conclusión era que a alguien se le había ocurrido la gran idea de traerlos por barco y dejarlos sueltos a sus anchas.

Es en esa instancia que las autoridades isleñas alertaban del peligro a todo visitante, además de haberse puestos manos a la obra para la solución de aquel inconveniente ¿Cómo? Pues lo más fácil, rápido y barato, dando caza a los incómodos depredadores, con lo cual ya habían logrado cargarse a las 2 crías y lo último que supe era que estaban todavía detrás de los escurridizos progenitores. Los 2 zorros muertos los habían enviado a congelar, para hacer una posterior revisión de ADN y demás historias para llegar a algún indicio de la causa por la que los animales llegaron allí. Y bueno, yo me pregunto: ¿Había que cazarlos directamente? ¿Y qué fue de aquello de capturarlos (mediante trampas o dardos somníferos), para luego estudiar lo que tengan que estudiar y devolverlos a su habitat natural? ¿O será que he visto demasiado Animal Planet, digo yo?

lunes, agosto 10, 2009

El poroto


Lo conocí cuando tenía algo más de 1 mes de nacido. Con Mariana nos fuimos al albergue de animales con la intención de adoptar 2 gatitos. Una hembra y un macho. Nos llevaron a un cuarto en donde estaban todos los felinos. Eran como 40, de todas las edades, colores y tamaños. No tardamos mucho en identificar a la que sería más tarde Zaha. Una gatita gris con el pecho blanco. La más pintona del lugar. La misma tenía un hermano, de color blanco, que no paraba de maullar y de colgarse de las cortinas. Lo dimos por descartado. Mi hermana fue ipso facto a coger uno más bien crecidito, de manchas, oscuro y poco agraciado. A mi pregunta de por qué lo había elegido, ella me replicó: "Es que me da pena! Nadie lo va a querer adoptar!". Su argumento no me convenció, así que seguí con la búsqueda del acompañante de Zaha.

Proseguí, de rodillas, en examinar a los posibles candidatos que tenía a mi alrededor. No tardé en percatarme que había uno que se subía por mi espalda hasta llegar a mis hombros. Me lo saqué de encima. Al poco rato, el bicho repitió la misma operación. Lo miré con más atención, estaba casi en los huesos y con los ojitos a medio abrir. Ya estaba decidido. El gato me había elegido a mi. Nos lo dieron en adopción haciendo una excepción, ya que el minino estaba enfermo y, en esas circunstancias, no entraba dentro de los animales "disponibles". Sus ojos achinados me hicieron pensar en un nombre de la misma procedencia. Así salió Mao.

Mao se recuperó más rápido de lo previsto y no tardó en engordar y ganar tamaño, aunque bastante más lento y torpe que la avispada Zaha. Ella fue la primera en subirse a las paredes y, desde allí, a los techos de los vecinos, así como, poco más tarde, la primera en salir a la calle, cruzar al parque y vaya uno a saber qué otros lugares. Mao la seguía, pero siempre dubitativo y con mucha cautela.

Tendrían alrededor de 2 años, cuando un día Zaha no volvió de sus acostumbradas rondas nocturnas. Los habíamos operado a los dos, con la esperanza de que esto evitase que, como consecuencia del celo, se extraviaran, como ya nos había ocurrido con anteriores mascotas. Lima nunca ha sido una ciudad amistosa hacia los felinos. Operada y todo Zaha igual salía de juerga. Así que, como pasaban los días y la gata no daba señales de vida, empezamos a pensar lo peor. Más no en adivinar que a la semana sería Mao el que desaparecería. Recuerdo en ese momento como aquello me afectó. No recordaba haber tenido un gato antes que estuviera tan apegado a mi. Que me siguiera a la puerta cuando me iba o que me fuese a recibir, casi siempre desde la calle, cuando llegaba. O que viniese corriendo de donde estuviese cuando yo lo llamase: "Ven!". Felizmente, a los pocos días Mao volvió, magullado y con uñas quebradas. El veterinario luego nos diría que tenía visibles signos de haber sido golpeado. Vaya uno a saber quien o quienes habrán sido los malnacidos. Meses más tarde, casi como por milagro, reaparecería también Zaha, flaquísima, pero saludable. Aunque su regreso fuera, como lo sabríamos más adelante, solo un breve reencuentro. Zaha moriría atropellada al frente de la casa, por alguno que, por supuesto, no se dignó a parar o avisar.

Cuando me fui finalmente a Barcelona, hace 5 años, mi madre se quedó a cargo de mi minino. No hace mucho tiempo atrás ella me había contado que el gato tenía problemas para orinar, el mismo ocasionado por cristales que habría acumulado en la vejiga. Esto al parecer también ocasionado por el tipo de comida que consumía, que no era la más apropiada para un gato esterilizado. Le recetaron unas pastillas que el bicho nunca quiso tragar. Y, bueno, el asunto este parecía ser un problema que iba y venía, no algo constante. Hace unos pocos días Mao empeoró. El veterinario dijo que los cristales se le habían acumulado hasta formar una bola y que tendríamos que operarlo, pero que no había la urgencia de hacerlo de inmediato. Se equivocó. Mao dejó de existir ayer, a la edad de 9 años.

viernes, julio 10, 2009

La nube gris

Suele ser común aquí tener una calcomanía pegada sobre el buzón de correos, en donde se indica si no se quiere recibir publicidad sin destinatario. Como comenté en el post anterior, la mayor parte de lo que reparto es propaganda, pero siempre con destinatario. Esto es, dirigida a clientes de tal o cual tienda que consciente o inconscientemente accedieron a ser bombardeados constantemente por catálogos, promociones, etcétera.

El otro día iba yo tratando de mentalizarme con aquello de tratar de verle el lado positivo a esto de repartir basura, cuando un sujeto, mientras andaba al lado de otro similar, se puso a inspeccionarme mientras iba en la bici. Seguidamente no dudó en espetarme: "Deberías aprender holandés". Bajé la velocidad, me volteé y le repliqué "perdón?". "En mi buzón dice bien claro que no quiero propaganda sin destinatario!" OK. Me pongo en el lugar del personaje en cuestión. Está harto de recibir correo publicitario en su buzón y al ver a un tipo en una bici, sin uniforme, con unos canastos en la bici de una empresa que jamás ha oído y que además tiene pinta de extranjero, llega a la fácil conclusión: He ahí el culpable. Yo, por mi parte, mientras mascullaba una réplica, seguí mi ruta e hice al final tal vez lo mejor en estos casos. No responder.

Personas como esta ya me he cruzado más de una vez. Y yo también he llegado a mis rápidas conclusiones: Han de ser votantes del PVV. Este "Partido por la libertad" es el que encabeza un tal Geert Wilders (foto), quien acapararía cierta fama el año pasado gracias un film anti-Islam que nunca se llegó a estrenar. Su desprecio hacia los musulmanes, es extensible también hacia el resto de inmigrantes, a quienes no duda en culpar de los males de este país.

Este tipo no pasaría de la anécdota, si no fuera porque en la últimas elecciones del parlamento europeo, su partido terminase siendo el segundo más votado. Lo cual, tampoco significa que esta sociedad se esté volviendo más racista e intolerante. La supuesta victoria de esta gente, se debe más bien a la alta abstención (casi el 50%), así como al voto de castigo hacia los partidos tradicionales, a quienes mucha gente atribuye la culpa de la situación económica actual. De la misma forma que el PVV subió de 0 a 4 representantes, lo hicieron también otros partidos "menores" como Los Verdes (de 1 a 3), por los que votamos nosotros. Pero bueno, tampoco vale alarmarse tanto, porque el PVV no tiene aliados en el parlamento y poca cosa hará en virtud de sus cuestionables objetivos. El problema viene a futuro, cuando toque votar por el primer ministro. He oído a más de uno que no duda en mencionar a Wilders como posible sucesor de Balkenende. Algo que tal vez no sea tan aventurado de pensar, sobre todo si se mantiene la abstención, como las de mi cuñada y concuñado, musulmanes practicantes.

miércoles, mayo 20, 2009

El cartero llama 2 veces

"Fácil la hago". Me dije luego de varios meses de buscar chamba en "mi rubro" y no salirme nada. Ya iba siendo hora de ampliar la mira y ver cachuelos alternativos. Y una de las primeras cosas que pensé (luego de la utópica idea de trabajar en una tienda de discos) fue en hacer de cartero. Me provocaba algo que no implicase sentarse varias horas delante de una pantalla. Intenté primero con TNT , que es la mayor empresa y la responsable de todo el correo "normal" (léanse cartas, postales y encomiendas varias) y no hubo suerte. Luego alguien me dateó que con esto de la crisis a esta empresa no le va muy bien y ya han tenido varios casos de despidos. Es así que ha salido la competencia a cubrir algunos rubros de la correspondencia. En el caso de la zona por donde me muevo (Zuid Holland, entiéndase La Haya, Rotterdam y alrededores) es el caso de SANDD. Pero en la ciudad en la que vivo no operan directamente. Más bien lo hacen a través de una subcontrata, Stadpost Zoetermeer, que es a donde me derivaron y en donde rápidamente me contactaron y me contrataron para arrancar ipsofacto.

En lo que respecta al trabajo en sí, en teoría son 2 días a la semana los que toca repartir. Pero a esto hay que añadirle 1 o 2 más para dedicarle al conteo y selección de lo entregado. O sea que al final son entre 16 y 18 horas semanales. Eso si, la paga es de risa. Si no fuera porque el trabajo en sí no me desagrada, que es por aquí cerca y que lo hago en la bici, no lo haría. Esto a pesar de que el 95% de las cosas que entrego sean correo basura. Y que cada que tengo que ir a recoger el bulto me siga costando comunicarme en holandés con el personal de turno, en especial con un anciano que parece salido de los Soprano, con anillos, cadenas de oro y demás accesorios. Y que la empresa esta sea medio despelote, al estilo español, y que más bien parezca ser un negocio matriarcal-familiar, con un sistema de contratación que está en los límites de la legalidad. Y que mis colegas repartidores (habré visto a 3) sean jubilados que hacen la chamba (en auto) porque se aburren, además de aumentarle unos reales a lo que cobran por jubilación (que no ha de ser poco). Así que de momento limito mis amistades laborales a los gatos del vecindario, que no son pocos. No así con los canes, aunque eso ya se sobreentienda.

Por otro lado, las casas y sus buzones a las que me enfrento a diario son una historia aparte. En su gran mayoría, los holandeses no son partidarios a tener el buzón al pie de la calle. Lo cual fuerza al ocasional cartero a meterse hasta el portal a través de vallas, cruzando por caminitos muchas veces sinuosos (es increíble la cantidad de chucherías que le pueden meter a un espacio exterior de 2x2!), y repetir el mismo repertorio en la siguiente. Esto por no mencionar a los graciosos que ponen el buzón a la altura de la pantorrilla. O a los que les dio por poner buzones atrapa-dedos. O a los que lo ponen en en el costado opuesto del acceso. Eso sí, felizmente que he empezado con la gracia en primavera y hasta ahora el oscilante clima de la región ha sido benévolo conmigo. Así que, por esta vez, hasta aquí llegan mis quejas.

miércoles, febrero 11, 2009

Antes y después

No estaba en mis planes, la verdad. Pero una vez aquí y luego de revisar diariamente los avisos de trabajo de oficinas de Arquitectura, me tope con uno, tal vez el único, que lo hacía en inglés. Así que por ese motivo, aparte de mi afinidad con el trabajo de la oficina (se sobreentiende), me animé a postular a OMA, aunque con poco convencimiento. La razón principal: el ritmo de trabajo con tintes explotadores que de allí deducía. Tal vez si tuviera menos años y achaques a cuestas, este sería un tema menor.

Mi afición musical me llevaba ( y lo sigue haciendo) por Rotterdam en distintas ocasiones para ver algún concierto y la estación donde me bajaba (Hofplein) se sitúa justo al lado de la oficina en cuestión. No importaba la hora que fuera, tarde-noche, media noche o el día (fines de semana incluidos) siempre había luces encendidas y gente dentro del galpón aquel trabajando. Más adelante oiría historias al respecto. Como la de un tipo que luego de pasarse la noche en vela para terminar una entrega, deshecho, volvía a su piso a recuperar horas de sueño y ni bien introducía la llave en la puerta de acceso, le llamaban al móvil urgente para que vuelva a la oficina a ayudar en otro proyecto. O la de aquel otro que amaneciéndose en una maqueta que se tenía que llevar a una exposición al día siguiente, se voló un dedo con la cierra eléctrica y lo tuvieron que llevar de urgencias al hospital. A la mañana siguiente Mr. Rem se aparecía preguntando por su maqueta y al oir el relato del incoveniente surgido, con cara de preocupación, le preguntaba a su interlocutor nuevamente por su maqueta. Y de ese estilo debe de haber muchas.

El caso es que OMA se ha ido expandiendo con el tiempo. A su oficina en Nueva York le han sumado hace poco otra en Beijing y amenaza en caer otra en Dubai. Se adivinan estos dos últimos lugares idílicos, no solo por lo de presupuestos abultados si no, además, por las libertades que un arquitecto pueda tener para diseñar. Es justamente en Beijing donde Koolhaas debería inaugurar este año su edificio icono, el complejo CCTV (televisión estatal china), el mismo de la foto, el mismo que alguna le puso por ahí "the big vagina". Con lo contento que debe haber estado el Mr. de como le estaba quedando el bicho y van unos y se lo queman.

Les contaba que había postulado. Me dijeron que no. Y hace poco lo he hecho de nuevo. Esta vez la negativa la doy por tácita. Y no, no he sido yo quien le ha incendiado el kiosko. Lo juro.

martes, febrero 03, 2009

No te envicies


Corría el verano de 1987. Mucho calor y poco qué hacer en la cosmopolita Stillwater, Oklahoma. Mi padre me mandaba a diario obligado a la Biblioteca Pública, a ver si de alguna forma me inculcaba la pasión por la lectura que el tenía (y tiene), y que yo tardaría algunos años en tener (si acaso se pueda decir que ahora la tenga).

El caso es que a mis tempranos 14 añitos, yo decía ir a la biblioteca, pero cambiaba la ruta montado en mi bici de un solo cambio hacia el Wall Mart, para plantarme frente al gratis de usar Nintendo allí instalado, a esperar mi turno tras críos menores de 10. O, en su defecto, hacia el Pinball (local de videojuegos), sin un dólar en el bolsillo, a esperar que algún mocoso ingenuo meta sus monedas y no encuentre nunca el botón de "start" o, aunque sea, esperar que alguien haga algún record y olvide poner sus iniciales, para yo luego apropiarme de su logro. Otras veces me la pasaba buscando por el suelo alguna ficha extraviada, mientras soportaba el "Living on a prayer" del aborrecible Bon Jovi sonar una y otra vez en el video jukebox. Recuerdo alguna vez incluso ser interrogado por una "amigable" trabajadora del lugar en cuestión: "Do you have any money to play with?"..."No? Then you have to leave."

Antes y después de aquella temporada que pasé en Gringolandia, Ataris, Nintendos y similares pasaron frente a mis ojos durante mi adolescencia corta de recursos. Muchos años más tarde, poco antes de enrumbar a las europas, una forma de desquite fue agenciarme el Playstation en su primera versión (cuando ya estaba la segunda en el mercado), artefacto que dejé atrás en manos de mi hermana Lucía cuando crucé el charco. Un último capítulo de mi afición por los videojuegos lo he firmado hace poco, con la adquisición del XBOX 360 en una oferta navideña. Y tengo que admitir que estoy contento con el bicho, a pesar de que pertenezca al emporio Bill Gates. A la vejez, viruela, como me diría mi sobrino Puigróss.