Nunca pensé que esta largamente postergada segunda incursión bloggera empezara de esta forma, con algo tan utilitario como un aviso de servicio público. Pero así salieron las cosas.
La proximidad de un viaje y el estado "en trámite" de mi tarjeta de residencia me vio obligado a enfrentarme, casi por vez primera, al cuco de la Oficina de Inmigración, aquella donde se pueden llegar a formar colas kilométricas dependiendo de la fecha. La meta consistía en obtener la Carta de Autorización de Regreso, la misma que me permitiría moverme por Europa (o entrar y salir de ella) sin que me hagan lío.
El caso es que, bien preparado, con libro en mano y sanguchito por si la cosa se alargaba demasiado enrumbé hacia la calle Argenteras (ahí, bien cerca de la turística Barceloneta) cerca de las 8 de la mañana. Grande fue mi sorpresa cuando ví al llegar una cola bastante aceptable en el lugar que parecía ser el indicado. Al menos decía claramente "Trámites de autorización de regreso" y asuntos similares. Luego de otros 20 también aceptables minutos ya me encontraba en la puerta de acceso a la cola interior, esa en donde uno espera sentado a que lo llamen con su numerito de turno. Tenía en mis manos casi todo lo que los requisitos decían, los documentos con sus respectivas fotocopias (incluidos los pasajes que al final ni me pidieron), el formulario Ex 07 que me descargué de internet aquí. Pero claro, todo menos el papel del banco, el llamado modelo 790 (código 052). Porque modelo 790 hay de todos los colores y sabores, algunos descargables igualmente de internet. Pero no. El maldito del código 052 por ningún lado. Ingenuo yo hasta a un banco fui a preguntar si ahí te lo daban.
Y, claro, luego de mi mini cola, llegué al colaborador hombre de la puerta, quien al responderle que papel del banco no tenía, me mandó a otro sitio (bueno, al lado) a pedirlo. Ya lo veía venir. De todas formas lo obtuve sin mayor trámite, ya que para eso no hay ni cola (de haberlo sabido antes, claro). Así que procedí a rellenarlo sobre la marcha mientras hacía nueva cola en un banco de por ahí, cuando a poco de llegar a ventanilla nos dicen que la fotocopia aquella (porque ni original es) hay que rellenarla y sacarle 3 copias. Así que de nuevo a la calle hacia la única fotocopiadora de los alrededores y de cabeza en la tercera cola de la mañana y la más lenta hasta el momento. Media hora mas tarde, ya con el papelito bendito en el folder me dirigí nuevamente hacia la primera cola, que ilusoriamente se veía parecida a la de una hora antes. Con bastante envidia vi como una señora probablemente compatriota, que inicialmente estuvo detrás mío, se iba feliz de la vida con la carta en cuestión bajo el brazo.
La cola ilusoriamente corta se mantuvo inamovible por alrededor de 2 horas. Tiempo en el que me tuve que soplar los humos del marroquí que me tocó al frente, casi encendiendo sus cigarros con las colillas de los anteriores. Tiempo también en el que involuntariamente me enteré de la vida y milagros de un trío de "hermandad latinoamericana" (ecuatoriana, boliviano y argentino) que me tocó a la espalda. Y yo que vanamente intentaba concentrarme en la historia de Escobar y su experiencia en un prostíbulo bogotano ("Sin remedio" de Antonio Caballero) . Felizmente poco después del medio día (las 12, no las 3 de la tarde que pretenden que es aquí) pude dar por finiquitado el asunto, siempre preguntándome cómo es que mis 2 minutos en el mostrador equivalen a los 20 o más que se toma otra gente. Perdí la mañana, como lo había calculado. Sin embargo, me fui con la convicción de copiar, escanear y colgar el papelito del banco aquel, de modo que las futuras generaciones puedan bajarse todo por internet, y así evitarse el doble viaje o la mañana perdida, y puedan irse tan temprano y tan felices como aquella señora probablemente compatriota.
lunes, setiembre 25, 2006
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