Casi me había olvidado. Hoy era el aniversario de la ciudad donde me tocó nacer y vivir buena parte de mi vida. Claro que antes de irme, era una fecha que pasaba, al menos para mí, totalmente desapercibida. Pero hoy, al abrir la página web de El Comercio (que no me hace mucha gracia visitar) y toparme con la conmemoración de la fundación de Lima, en un lejano 1535, a cargo de Pizarro y sus secuaces, que encima de todo tuvieron la gracia de entender "Lima" por "Rímac", me dio una leve sensación de tristeza.
Será que aún tengo muy reciente mi vuelta por tierras patrias, luego de 2 años y medio de residencia en mi nuevo hogar temporal. Ya me pasaba cuando en el telediario salía alguna noticia del Perú y aparecían esas imágenes medio borrosas con el infaltable 24 en una esquina. De la misma manera cuando me tocaba hacer algún trámite en el Consulado, una especie de mini Perú, mientras hacía la cola y me tocaba (por más que no quisiera) oír las conversaciones o discusiones de los asistentes, casi siempre políticas, casi siempre amnésicas (pro Alan, pro Fujimori, etc).
El pisar de nuevo el reformado Jorge Chávez me daba también esa sensación, intensificada aún más después de salir al cielo nublado, al olor a harina de pescado y la recatafila de taxistas tirándose encima ofreciendo sus servicios. A ese reconocimiento le siguió un viaje por avenidas y calles semidesiertas, algo inimaginable si no fuera porque se tratase de un domingo de madrugada. Tal vez la ausencia de gente y autos hizo que resaltase más el escaparate propagandístico en el que suelen transformarse las vías a vísperas de elecciones. Carteles publicitarios de todos los colores, tamaños y sabores, promocionando las virtudes de tal o cual aspirante a alcalde distrital, haciendo siempre énfasis en la caraza gigante y por lo general poco agraciada de los mismos.
Llegando a las comparaciones recuerdo la campaña, también reciente, para la Generalitat en Catalunya y una de las propagandas de Montilla (que a la postre saldría elegido, a pesar que el ganador en las urnas fuera otro, cosas de España) en donde se le veía medio de espaldas y con el rostro oscuro, resaltando casi únicamente sus anteojos. Alguna vez le comenté a alguien aquello que en las papeletas para votar se pueda marcar la cara del candidato, algo que a mi interlocutor le pareció inaudito. Ahí, claro, uno tiene que desgastarse en explicar que los partidos políticos en el Perú se han desprestigiado tanto que son casi un chiste y que cada año se inventan más partidos nuevos, más candidatos "independientes". Finalmente la gente vota por tal o cual persona, muchas veces sin saber qué es lo que ofrecen, si no por mera simpatía al susodicho sonriente. Sonrientes que pueden transformar en poco tiempo esas expectativas electorales en decepciones y reproches. Mucho se dice que si no fuera porque lo tomamos con humor, nos quedaría solo la sensación de tristeza aquella, parecida a la que hoy me hace una rápida visita.
jueves, enero 18, 2007
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