Entre las cosas que me quedaron de mis primeras clases de holandés, casi 2 años atrás, estaban el cómo desenvolverse en una tienda o puesto de mercado. El "Wie is aan de buurt?" (algo así cómo "a quién le toca?" o "y ahora quién viene?") y el "Anders nog iets? ("alguna cosa más?") son preguntas básicas en esa interacción cliente-dependiente. Lo que yo en ese momento no podía imaginar era que me iba a tocar poner en práctica aquella conversa más de lo previsto, al tocarme estar del otro lado del mostrador.
La oportunidad de esta nueva chamba coincidió con mi decisión previa de dejar definitivamente lo de repartidor de correo basura, como ya comenté. El negocio corresponde a Abdul (o Abdoel, aún no sé cómo se escribe), del cual también ya hablé (léase motores II). El susodicho, dejó su trabajo de vendedor de pescado para dedicarse a su pasión, los autos. Pero, de golpe, se encontró con la oferta de un jefe anterior: Que se hiciera cargo de sus dos puestos de venta de frutas y verduras, uno en un mercado bajo techo en Utrecht y otro en una calle comercial de La Haya. Inicialmente se hizo cargo de ambos con la ayuda de la familia (son 4 hermanos). A las pocas semanas de exitoso comienzo, decidió contratar ayuda, y ahí caí yo.
Al principio la cosa no pintaba mal. Le encontré su gracia a esto de la interacción con el cliente, al mismo tiempo que me familiarizaba con las especificaciones de los productos ofrecidos: Lechugas de Almería, Mandarinas de Marruecos, Piñas de Costa Rica, Manzanas Fuji de China (que no so las mismas que las Fuji que todos conocemos, eh?) entre otras gracias. Y, claro, se agradece la consecuenta práctica diaria de la lengua local, que ha llegado a tal punto, que me cuesta cambiar a inglés cada vez que me toca un cliente no holandés. De 1 día de trabajo duro a la semana (9 horas de corrido, de pie, casi sin pausa para comer y constantemente haciendo alguna cosa) rápidamente me extendieron a 3, con lo cual ya podría hacer un nada despreciable sueldillo. Pero la perspectiva se deshizo tan rápido como se formó.
Al parecer el negocio no va bien, a pesar de la dedicación que le mete el jefe (arranca cada día entre las 4 o 5 AM y no para hasta las 8 o 9 PM, incluidos domingos). La clientela ha bajado. Así que me han reducido a los sábados, reducción que además ha derivado también en reasignación de tareas: Cortador de piñas. Qué tan malo puede ser? Cortar unas cuantas puede ser hasta divertido, pero luego de mi última sesión de 140, hace rato que dejó de parecérmelo. A los que no lo conocen, el cortador es un aparato cilíndrico, que remueve rápidamente la piel de la piña, mediante una palanca, para que el consumidor haragán no haga más que abrir la bolsita eventual y metérsela a la boca. En el proceso se pierde buena parte de la pulpa, así que cuando empecé con la gracia trataba de darle curso a los restos, algo que ya dejé de hacer porque, encima de todo, parece que he desarrollado una especie de alergia a la mencionada fruta. Es que hay que ser piña.
jueves, diciembre 17, 2009
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