Los que ya me conocen sabrán que para mi el tema del transporte público es algo que me interesa desde hace tiempo. Tal vez a raiz del nefasto combi-sistema que funciona en mi ciudad natal. Tanto así que hasta tema de tesis fue en el Master que nunca terminé cuando aún andaba por Barcelona.
Es así que tiempo antes de mudarme a los Paises Bajos y cuando iba a éstos solo de visita, encontré bastante peculiar el método utilizado para pagar los viajes en tranvía. Uno tenía que cargar con una tira larga de papel azul con espacios rectangulares en blanco e introducirla en unas maquinitas (similares a las que uno usa o usaba -a mi me tocó alguna vez- en algunas oficinas, de preferencia estatales, marcando sus horarios de entrada y salida), calculando previamente el número de zonas que iba a atravesar en su trayecto, para así darle el doblez en la línea divisoria entre los espacios ya mencionados que correspondan, siempre uno más que el de zonas a recorrer (2 zonas=3 espacios, 4=5 y así) ¿Complicado? Ya mudado aquí logré de alguna forma adecuarme y descubrir al mismo tiempo el novísimo y modernísmo sistema, destinado a dejar la tira de marras como elemento de museo: la OV-chipkaart.
En teoría más simple, el nuevo dispositivo funciona como una tarjeta de débito, consta de un chip, que al pasarse por un lector, ubicado ya sea dentro del convoy o a pie de las estaciones, automáticamente se descuenta la cantidad de dinero correspondiente a la ruta a seguir. Pero como en Holanda las tarifas pueden variar bastante entre una parada y la otra, uno tiene que pasar la tarjeta al subirse y al bajarse del tranvía. El asunto es que hasta ahora el sistema sigue en periodo de prueba (solo funciona en Rotterdam y en el metro de superficie que lo une con La Haya) y está siendo objeto de duras críticas. Por un lado, lo de pasar la tarjeta al bajarse. Si uno anda apurado o distraido (heme aquí) lo más probable es que se olvide y en ese caso le tocará la gracia de pagar como si hubiera hecho el trayecto de un extremo al otro del recorrido total. Por otro lado, también se ha hablado de la invasión de la privacidad, al quedar registradas las salidas y llegadas que uno hace a diario mientras se mueve por la ciudad, pudiendo usarse esto vaya uno a saber con qué fines.
Pero lo peor de todo es que hace muy poco unos estudiantes de informática demostraron ante cámaras lo fácil que era crackearles el sistema y poner dinero virtual en la misma por cualquier cantidad. Así que ahora se rumorea que seguro el ministerio tendrá que dar marcha atrás y tal vez hasta retirar las sofisticadas tarjetitas y lectores de circulación. No queda otra que resignarse a seguir usando la tira de papel que siempre se me hace un enrollado en el bolsillo.
miércoles, enero 30, 2008
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