No me enteré sino hasta el día de mi mudanza que mi nuevo puesto de trabajo quedaba donde quedaba. Por lo tanto, mi planificación de transporte se vio un tanto alterada. No puedo evitar la manía, siempre que vislumbro algún cambio de rumbo o similar, de revisar el mapa de buses y calcular tiempos y rutas posibles. Así que mientras el taxi me llevaba, disco duro al hombro, después de una ajetreada mañana de trámites en la oficina central (cambio de lugar de trabajo, más no de empleador), me daba cuenta de lo equivocado de mis cálculos. Esa misma tarde comprobaba que la hora y media de viaje de regreso sería algo difícil de tragar.
Felizmente, después de algunas pruebas, encontré la fórmula adecuada para reducir el trayecto a 50 minutos de ida y 1 hora de vuelta, a la que a estas alturas creo haberme acostumbrado. O al menos de eso trato de convencerme. Mis compañeros de trabajo son más prácticos y ya andan buscando ofertas de motos.
La cosa queda por la Zona Franca, antiguo embarcadero de Barcelona, pero ya en el área que corresponde a la pujante L'Hospitalet, el Brooklyn barcelonés, según alguien escribió por ahí. Debido a que se trata de un polígamo, digo, polígono industrial (estoy viendo mucho Big Love) y, a la vez, zona en obras (que es de lo que se trata el proyecto en el que estoy), las formas de llegar ahí son limitadas. Se supone que habrá una estación de metro, pero para cuando la inauguren seguramente ya andaré por otros lares.
El tramo en metro se me pasa más rápido y es cuando aprovecho para leer a Houellebecq. El sistema me funciona ya que en tres semanas casi he terminado "Plataforma". Luego viene aquel lento y poco frecuente autobus, en donde me suelo distraer un poco con el panorama. Pero no sólo el exterior. Tanto así que he empezado a escudriñar a la serie de personajes que me encuentro a la ida y venida, que son casi siempre las mismas caras. Por ejemplo, hay una morena con pinta de brasileña, perfecto acento catalán y novio inglés. El novio no hace el mismo viaje, pero la niña se la pasa hablando en el móvil y medio bus se entera de su vida personal.
La última vez me fijé más en la gorda del pelo lila. Siempre llega fumando. No importa que el bus ya esté abriendo sus puertas, la mujer le dá al menos 2 caladas al cigarrillo recién encendido antes de lanzarlo cual proyectil contra el suelo. Dentro del vehículo por lo general parlotea con una colega. O más bien finge oír, mirando por la ventana, mientras su mano sigue en la misma posición, como si aún llevara el trozo de tabaco humeante entre los dedos. Llegado el destino (que por desgracia es el mismo que el mío), el golpe de aire frío del exterior le produce ipsofacto las ansias de retornar a la acción que cortó justo antes de subir. Yo apuro el paso para que sus humos no me lleguen, solo para avistar, unos minutos más adelante, la entrada al edificio de fachada de chapa perforada una nube de gente a la entrada haciendo lo propio y recibiéndome con sonrisas. Gracias por sus humos. De veras.
viernes, marzo 30, 2007
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3 comentarios:
Hey I just randomly found your blog. Are you from Brazil? I hope all is well.
Adam
Hey Adam. Not really. But I've been there a couple of times and have some Brazilian friends aswell. Also speak a little portuguese. Same hopes for you too.
Ánimo, Suitaloon; que no decaiga. Yo hago Vitoria-Llodio-Vitoria todos los días (50+50), pero por autopista y eso es una ventaja. El tráfico por la ciudad consume mucha energía psicológica y hay que saber abastecerse bien de paciencia y de humor. Conozco bien BCN y cada Navidad veo la Zona Franca y Can Tunis... lamentablemente desde el cementerio de Montjuïch, en donde siempre dejo unas flores a un familiar bien querido.
Un abrazo y suerte con tu nuevo destino!
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